José Soza y sus 70 años: “Quizás un cliché, pero para mí el teatro y la actuación es mi vida”
El actor celebró un cumpleaños especial y por eso se le quiso preguntar cómo enfrenta esta nueva etapa. Este es el relato de una conversación que se dio entremedio de sus funciones con El aumento, montaje que se presentó en Matucana 100 durante marzo y abril del año 2018.
Por Karina Mondaca Cea
En una casa ubicada entre las avenidas Francisco Bilbao y Américo Vespucio, en Las Condes, José Soza (Talca, 1946) pasa sus días acompañado de sus gatos Piaf, Cuchuflí y Natiña, esta última hija de los otros dos. Es un barrio tranquilo, alejado del transporte y con la perfecta cantidad de silencio para que el actor disfrute de las tardes con música clásica que lo ayuda a relajarse y a concentrarse en lo que requiera.
José, con su voz profunda, saluda y abre el portón de su antejardín con una gran sonrisa. Después de un abrazo apretado dice que hace algún tiempo no le gustaba dar entrevistas, que no entiende por qué lo llaman, pero que esta vez no hay problemas. En una habitación al fondo de la casa, y entremedio de libros, vinilos y música clásica, el actor recuerda su primera aproximación al teatro. Algunos dicen que fue cuando estuvo en cama en su casa en Talca, enfermo de hepatitis, y leyó un libro de Federico García Lorca; mientras que la segunda anécdota cuenta que vio una obra en el colegio, y se enamoró.
“Las dos son verdad”, asegura José. “Yo estaba esperando, adolescente, que algo me diera una señal donde ir, qué estudiar, qué iba a hacer con mi vida. Después estuve un mes en cama y uno de los libros que cayó en mis manos, sin que yo no supiera nada de teatro, fue de García Lorca. Después vi teatro con mis propios ojos y me fascinó”, dice con una cansada, pero tierna expresión en la mirada.
Con voz temblorosa, como de nervios, José explica cómo la presencia de una actriz que venía de México fue determinante para su amor por la actuación. “Ella llegaba a Talca luego de haber tomado un curso con un japonés, discípulo de nuestro gurú del teatro, Konstatín Stanislavski. Iba a hacer un taller de teatro y como me interesó mucho, me inscribí y fui”, explica mientras su voz empieza a sonar cada vez más tranquila. “De a poco me fui metiendo y luego terminé haciendo harto teatro aficionado, lo que fue fundamental para mi actuación”.
Tal como Carmela en La pérgola de las flores, un joven José viajó a Santiago para conquistar la capital, específicamente para estudiar teatro en la Universidad de Chile. Era 1967 y para costear su estadía en la ciudad, trabajó como electricista en teatros, hasta que un par de años más tarde llegaría a la televisión, donde hizo su carrera más reconocida.
Aún así, el actor se desarrolló también en el cine, las series y por supuesto, sobre las tablas de un escenario. “Siempre seguí constantemente presentándome en teatro, pero la tele se come el resto de las cosas que uno hace. A mí me gusta actuar, así que lo hago en cualquier plataforma. El cómo lo hago ya es opinión del público pero tengo más preferencia por el teatro”, confiesa con orgullo. “Obvio que me gustaron muchos de los trabajos que hice en televisión durante los 80 y también hasta el 2009, que fue cuando me echaron”, agrega sobre uno de los momentos más difíciles que tuvo que vivir y que terminó con una demanda contra TVN, canal que tuvo que pagar la totalidad de sus años de servicio.
La salida de José de la televisión, lugar que lo acogió por más de cuatro décadas, le permitió revisar su propia carrera, hacer una pausa y atreverse a participar en más y nuevos proyectos. “Soy un actor muy barroco, muy emotivo y siempre he hecho las cosas como se hacían en otros tiempos. Ahora la gente joven hace otras cosas, y nos están enseñando otros tipos de contenidos y formas de abordar personajes”, confiesa el actor, asumiendo que eso es algo que había perseguido hace ya bastantes años.
Se le ha visto muy inquieto durante los últimos años en teatro.
Sí, estar en la televisión es estar dentro una burbuja en la que uno está tranquilamente haciendo su trabajo. Pero cuando sales de ahí, hay que trabajar mucho y más, tienes que ir a cobrar el pago por un proyecto y de inmediato pensar en lo que se viene para más adelante. Estando afuera te suceden muchas cosas. Uno tiene que salir a buscar el trabajo, y así uno se encuentra con gente en teatro, en cine, en música y en espectáculos que hacen cosas que son novedades para un actor que estuvo tanto tiempo en la televisión como yo.
Me acuerdo que muchas veces pasé de la televisión a hacer teatro, y sentía que no llenaba el escenario y que no podía sostenerme en pie. En la tv siempre veía lo que es la “caja del escenario”, nunca me preocupé de las cámaras porque o sino ahí me muero. Yo me paraba en un punto y listo, igual que en el cine. Pero se pasa a medida que avanzan los días y te acostumbras al lenguaje.
Entonces fue una nueva experiencia el enfrentarse a distintos proyectos, en distintas salas y con distintos directores y autores. Pero igual es bueno salir, ir a buscar su pega y sorprenderse con eso, ¿no?
Sí, y me encontré con que quería hacer nuevas cosas. Antes no me ligaba a un proyecto a no ser de algo muy particular, pero ahora los cabros han hecho lo que han querido conmigo jajaja. Pero ha sido una muy buena experiencia y porque me han dado la oportunidad de participar con mi experiencia, aunque el director y el texto en sí, siempre han sido importantes para mí.
¿Qué busca en un montaje para decir “sí, quiero participar”?
En general me llaman, me muestran un texto y ahí miro muchas cosas: quién me llamó, qué compañía es, cuál es el proyecto, y analizo cuál es la oportunidad que tengo yo como actor, qué posibilidades tengo en esa compañía de hacer un diálogo entre mi aporte y la manera en que los jóvenes están haciendo teatro. También si la actuación es distinta, si el tratamiento de los contenidos es distinto; sin opinar qué es mejor o peor. Creo que es pura intuición y experiencia, pero siempre veo la oportunidad de que se dé una buena experiencia y yo doy todo lo posible para que así sea.
Me he reencontrado con mis primeros días de teatro, en el sentido que la gente joven hace sin preguntarse si lo hace bien o mal, sino que hacen lo que quieren, lo que sienten que deben hacer. También me he visto acarreando cosas de un lado para otro, ir a una residencial en vez de un hotel, todo ese tipo de cosas. Pero ha sido revitalizador para mí.
¿No le da miedo emprender un nuevo proyecto y pensar que la obra no va a tener una buena temporada o una crítica positiva?
Eso no me importa mucho. Sí soy miedoso, pero esas son cosas que tienen que ver conmigo, porque soy muy existencial. Siempre quiero que el proyecto en el que estoy sea visto, tenga buena crítica; pero si no, para mí es importante que se haya hecho, porque alguien lo quería así y fue seriamente desarrollado. Eso me conforma, nunca me ha importado que alguien me diga “oye, ¿dónde estai metido?”. No, yo actúo y más que nada me gusta es estar con la gente, conocer personas y hacer buenos amigos y compañeros a los que se pueda recurrir después para las locuras de uno.
¿Qué piensa hoy su carrera, la actuación y el teatro? ¿Lo ha ayudado o perjudicado en su vida? Porque ha dicho ambas cosas.
Quizás un cliché, pero es verdad, pero para mí el teatro y la actuación es mi vida. Ojalá pudiera tener tanta edad como Bélgica Castro y Alejandro Sieveking, y poder seguir parándome en un escenario. Estoy vivo, muy vivo en este momento. Ya no pienso en lo bueno y en lo malo, ahora sólo pienso en que vivir una experiencia plena, sin exigir nada.
De alguna forma siento que he vuelto a mis primeros años de teatro, donde hay un reencuentro con cuestiones que, aunque dan miedo, son muy plenas, y me satisfacen en muchos sentidos y en una forma superlativa. A veces caigo en hoyos negros superlativos, pero afortunadamente en este momento estoy muy feliz.