El cortisol, la famosa hormona del estrés, se produce en la glándula suprarrenal que está ubicada sobre los riñones y se libera como respuesta al estrés físico o emocional. El cortisol hace parte del grupo de hormonas esteroideas como la progesterona, los estrógenos y la testosterona, es decir, las hormonas sexuales femeninas y masculinas. Y a su vez, el cortisol se encarga de activar respuestas en el cuerpo ante una situación estresante o una posible amenaza.
Esta hormona interviene en casi todos los procesos del cuerpo, especialmente en el sistema nervioso simpático, permitiéndonos estar alerta ante situaciones difíciles, enfrentar retos del día a día, adaptarnos a momentos donde sentimos estrés físico o emocional y sobre todo, detectar peligro y huir. Sin embargo, altos niveles de cortisol durante un tiempo prolongado pueden tener otros efectos no tan beneficiosos para nuestra vida, sino todo lo contrario, causarnos enfermedades.
¿Cómo afecta a mi cuerpo el cortisol?
Todas las hormonas del cuerpo trabajan a diferentes horas. En el caso del cortisol, lo ideal es que sus niveles sean altos en la mañana y durante el mediodía. En la tarde, debe comenzar a bajar, para darles paso a otras hormonas que nos permiten conciliar el sueño y descansar. Si nuestro cortisol se dispara, por una mala alimentación o mal sueño, entre otras causas, podemos empezar a sufrir de fatiga crónica, pues cuando nuestro cuerpo está sometido a un estrés físico o mental todo el día, el cortisol se eleva mucho más y comienza a trabajar a deshoras.
Si te despiertas muy activo a las 2 o 3 de la mañana, significa que hay un desbalance en tus niveles de cortisol. Los profesionales recomiendan, para evitar esto, no consumir cafeína después de las 2 de la tarde y cenar ligero máximo a las 8 de la noche. Tampoco hacer ejercicio después de las 6 de la tarde, pues recordemos que el estrés físico también libera cortisol.
Otra de las maneras como el cortisol nos afecta tiene que ver con el funcionamiento del metabolismo. Niveles altos de esta hormona aumentan la producción de insulina, la encargada de regular la glucosa después de que comemos. Niveles altos de insulina generan niveles altos de cortisol y viceversa, generando inflamación crónica a nuestro cuerpo y, en casos extremos, desencadenando en diabetes tipo II, entre otras enfermedades metabólicas, como el sobrepeso o la obesidad.
El cortisol entonces es necesario para sobrevivir, mantenernos activos y en estados de alerta cuando corresponde; sin embargo, una mala alimentación, exceso de alcohol o cigarrillo, el sedentarismo o el estrés crónico por el trabajo o alguna situación particular pueden elevar los niveles de cortisol a un punto donde llega a ser dañino, según lo que ya leímos.
Si consideras que puede sufrir de niveles de cortisol altos es ideal que asistas donde un profesional de la salud para que te mande exámenes y el tratamiento adecuado que, en la mayoría de los casos, se soluciona con meditación, ejercicio, higiene del sueño y buena alimentación.