Sergio Chamy Rodríguez, el protagonista de El agente topo, es alguien que odia quedarse sentado mirando pasar las ruedas. A sus 87 años, no dudó en tomar el diario y, lápiz en mano, buscar un trabajo.
Ese espíritu le viene desde sus días en el comercio, actividad que desempeñó durante gran parte de su vida. Entre cajas de mercadería, bodegas, timbres, recibos y el cara a cara con los clientes y proveedores, Chamy tuvo una vida ajetreada. Algo de sangre hay en el asunto, pues es hijo de un inmigrante sirio, quien, cómo no, puso una tienda apenas llegó a Chile, en Monjitas con Plaza de Armas.
“Como todos los paisanos, mi papá era tendero. Tenía una tienda de ropa de dama en el centro y una pequeña fábrica de carteras, guantes, cinturones y accesorios femeninos en Recoleta”, contó Chamy.
Como solía ser en aquellos tiempos, Chamy comenzó a trabajar en la tienda de su padre con apenas 17 años, sin terminar el colegio. Era un Chile provinciano donde se pasaba de la inocencia de la niñez a la vorágine de la adultez sin mayor trámite.
Así estuvo un buen tiempo. Juntó plata, se casó, se compró un auto. Pero la vida le puso un duro golpe: la muerte de su padre. Ello le puso una responsabilidad no menor por delante, que era la de hacerse cargo del negocio. Sin embargo, no fue fácil. La presión lo abrumó y comenzó a sentirse mal.
“Mi señora me llevó a un doctor, le explicó lo que me pasaba y le preguntó si era necesario que me llevara al psiquiatra”. El doctor le dijo, que él estaba en perfectas condiciones, que lo que tenía era inseguridad y nervios de afrontar la situación, piensa mucho y eso, lo tiene agotado. “Recuerdo que me dio un jarabe recuperador cerebral, pero malo, del verbo malo, ¿y sabe?, me estabilizó. Antes de una semana era yo de nuevo, me dieron ganas de trabajar. Desde allí partí solo”.
Desde ahí que no paró. Claro que entre medio tuvo que enfrentar baches propios del oficio, como la fuerte crisis económica que vivió Chile en 1982. La competencia de las importaciones chinas, más el descalabro económico lo obligaron a vender la tienda.
Se reinventó en La Reina con una tienda de abarrotes. “Se me ocurrió que lo que no falla nunca es la comida. Me vine para La Reina y en el sector de Arrieta, que en esa época estaba lleno de poblaciones, con calles aún sin pavimentar, arrendé un almacén de abarrotes al lado de una plaza. Vendía pan, leche, dulces, galletas y cigarros sueltos, que dejaban mucha plata. Me iba fabuloso. Abría a las siete de la mañana y a las 10 de la mañana ya tenía el día hecho, porque circulaba mucha gente de trabajo por el sector. Las demás horas eran un regalo”.
El negocio quebró, no por mala administración, ni por una estafa, ni un incendio. Fue una arraigada costumbre criolla, la del pedir fiado en el negocio de la esquina la que lo mató. “En ese tiempo, en sectores así, se usaba mucho la libreta para pedir fiado. Al principio funcionaba, pero después la gente comienza a abusar, ¿ve? Se demoraban en pagar y de repente se perdían mucho tiempo. Quebré. Me mandaron a la lona”.
Luego, pasó por el Pojh, donde literalmente hacía y deshacía plazas. Después vinieron otros trabajos ajenos al comercio: una Isapre, una bencinera, manejó un restorán de comida italiana y fue vendedor en una viña. Ahí ya pasó directo a la jubilación. “Los años dorados”. Sin embargo, para Sergio esos años no tenían nada de dorados. El tedio pareció ser mucho para él, ahí fue cuando vio el aviso en el diario para participar en la película, mientras su esposa, Elena, estaba enferma. Ella no supo nada, pues falleció antes de que Chamy fuese seleccionado para la cinta.
Tras su rápido ascenso al estrellato al protagonizar la película chilena “El agente topo” nominada a un oscar como Mejor Documental el 2021, decidió utilizar su voz para ayudar a otros ancianos que no han tenido la misma suerte que él. “Quiero representar a los que saben que en esta etapa podemos empezar de nuevo y que nunca es tarde para nada", reveló en su Instagram, donde ya se ha transformado en todo un activista por los derechos de las personas mayores.
"Yo creo que a la tercera edad hay que darle una oportunidad. Se cree que la juventud es lo único que puede hacer avanzar a un país. Me gustaría que toda la gente, antes de opinar, pudiera ver cómo actúa la gente de la tercera edad. Uno siempre opina de algo que no conoce. Lo viejo es la forma de mirarnos".
Cuenta que cuando hizo la película contó que el primer desafío fue la tecnología. “Yo siempre he pensado que el celular es para llamar y para que me llamen, entonces cuando se trataba de mandar mensajitos todos los días y contar lo que yo veía todos los días, los primeros días se me complicó un poco”, advirtió. No obstante, todo se solucionó luego que recibiera ayuda.
“Para mí, desde que empecé con la película, fue verdaderamente una aventura. Inicié una aventura a estas alturas de mi vida… no es menor. Pero me gustó, me fue gustando y cada vez que me requerían para algo, yo estaba. Como cuando me dijeron que tenía que ir a la entrega de los óscares en Estados Unidos, ahí estaba”, agregó. Chamy nunca se había subido a un avión y el viaje al país norteamericano fue su primera experiencia en el transporte aéreo.
Las ganas de vivir están intactas y el ánimo inquiebrantable. Así, podrá contarles a sus tres hijos, cinco nietos y una bisnieta, que alguna vez fue parte de una película inolvidable.
Extractos de entrevistas de Culto de La Tercera y Biobiochile.cl.