Entrevista completa en www.elmostrador.cl
Isabel Allende, la escritora viva en español más leída del mundo (ha vendido 75 millones de ejemplares de sus obras, las que han sido traducidas a 42 idiomas), cumplió el 2 de agosto 80 años. Reconoce no darle mucha importancia a la cifra. Agradece a la vida por poder amar, escribir y estar conectada a sus muchos millones de lectores.
“El amor es, como quien dice, la columna vertebral que me sostiene y la escritura ocupa todo el panorama”, dice Allende en una entrevista en la que deja entrever su miedo a cuando llegue el día en que no pueda seguir escribiendo como hasta ahora.
La escritora chilena nacida en Lima y nacionalizada estadounidense acaba de hacer gimnasia y cuenta con satisfacción que su profesor le ha dicho que es capaz de hacer ejercicios que no pueden hacer algunas personas de 20 años.
Pero a continuación dice que sabe que va a llegar un momento en el que ya no va a tener la escritura. “Por miles de razones, porque uno va perdiendo la memoria, la capacidad de enfocarse en algo, la atención e incluso físicamente va a llegar un momento en que seguramente no voy a poder estar sentada frente a la computadora diez horas al día”, señala.
Este cumpleaños de número “redondo” le llega a Allende en el año en el que se cumple el cuadragésimo aniversario de “La casa de los espíritus” (1982), su primera novela, que empezó a escribir en Venezuela en 1981 como una carta “espiritual” a su abuelo que vivía en Chile y estaba moribundo. La carta que finalmente no se envió, se convirtió en una novela importante de la literatura de América Latina en el siglo XX. El propósito de la carta era para decirle a su abuelo que podía irse tranquilo: ella guardaba todas las historias de la familia que él le había contado.
Asegura que nunca pensó que iba a tener éxito con su primera obra, a la que han seguido 24 libros más, de ficción y otros géneros, el último de ellos “Violeta”.
Por cábala y por disciplina, cada 8 de enero, el día que empezó “La casa de los espíritus”, Allende se sienta a escribir su próxima obra, pero en 2022, por primera vez en 40 años, el libro se le “cayó” y tuvo que abandonar el proyecto en mayo.
“No fue por culpa mía (…) me quedé colgada primero esperando a ver si podía recuperarlo, pero después ya no se pudo. Y entonces ahora estoy preparando una nueva idea, para el próximo año, para comenzar el 8 de enero”, relata.
Varias veces habla en la entrevista de su actual esposo, Roger Cukras, abogado estadounidense de origen polaco, y quien está con clases intensivas de español, se casó hace tres años y también, menciona a su anterior marido, el ya fallecido Willam C. Gordon, del que se divorció en 2015.
Por las clases en español de su marido, Isabel Allende aclara: “Yo le dije claramente, mira, hay cosas que tienen que ser en español: cocinar, hacer el amor, pelear, bueno, por supuesto, escribir”.
Amor y muerte
El haber vivido desde 1987 en un país donde el inglés, un idioma “muy preciso”, es la lengua dominante ha repercutido en la prosa de Allende, pero “también influye el paso del tiempo”, precisa.
“Cuando empecé a escribir hace 40 años atrás, la literatura -subraya- era diferente (…) primero que nada, todo muchísimo más largo, mucho más barroco”, mientras que ahora hay un predominio de “lo visual” y todos los escritores se han hecho “más concisos”.
La Allende de antes buscaba un adjetivo que mostrara “algo de una manera diferente, original”, pero hoy “busca un sustantivo que reemplace a los adjetivos o un sustantivo tan bueno que no necesita los adjetivos” para lograr una prosa “clara, limpia, transparente y liviana”.
Cuando se le pregunta por el Nobel de Literatura responde: “Creo que a cualquiera le hace ilusión, pero no estoy pensando en eso nunca. Nunca pienso en los premios, ni en los doctorados. Eso es una manera de pensar muy masculina”.
Pero sí le interesa “la relación con los lectores y las lectoras, esa conexión que yo siento, eso me interesa mucho más que premios o cosas que se acumulan y que en algún momento en la juventud pueden haber sido importantes”.
Recibe a diario muchas cartas de lectores, entre ellas al menos tres o cuatro de madres o padres que han perdido a un hijo, como le ocurrió a ella con su hija Paula, a la que dedicó un libro de igual nombre en el que desnudó su alma ante los lectores.
Agnóstica, no cree en la vida después de la muerte y cuando se le pregunta cuál es su idea de infierno subraya sin dudar que la “violencia”.
“A mí me da miedo perder a los que amo y me da miedo ser una carga para otros, pero morirme no me da miedo”, asegura.