Puede que relaciones la navidad con la paz, el amor, la alegría y la felicidad, o puede que la identifiques más con el consumismo de los regalos y los derroches gastronómicos. También puede que para ti signifique tristeza, melancolía, ansiedad y depresión. Sea como sea, lo cierto es que la época navideña conlleva una gran carga emocional y eso se debe al Espíritu de la Navidad y a su celebración. ¿Sabes exactamente de qué se trata?
El Espíritu de la Navidad no es una actitud, no es esa predisposición que nos piden a celebrar estas fechas con todo el buen rollo del mundo y con los mejores sentimientos. Aunque son muchas las personas que asocian el espíritu navideño a la decoración o los regalos, lo cierto es que se trata de una tradición bastante interesante con una gran leyenda detrás.
Antes de que la religión católica se hiciera con la autoría de la Navidad por ser la fecha en la que nació Jesús, la tradición celta ya celebraba el Espíritu de la Navidad. Pero unos días antes: en concreto, el día 21 de diciembre. Esta fecha coincidía con el solsticio de invierno, cuando la estación más fría llega al hemisferio norte.
Cuenta la leyenda que un hermoso y bondadoso ser llegó en tal fecha al norte de las tierras nórdicas, procedente de un lugar muy lejano. Este ser era el Espíritu de la Navidad y entraba en los hogares de las personas de buen corazón para concederles todo tipo de deseos. Como ves, la leyenda ha ido transformándose poco a poco hasta convertir a ese Espíritu de la Navidad en un Papá Noel, los deseos en regalos y los hogares en centros comerciales. Pero de nosotros depende mantener su esencia.
Desde entonces, y siguiendo esta tradición celta, se comenta que cada año el Espíritu de la Navidad llega a la Tierra entre las 22:00 y las 00:00 de la noche del 21 de diciembre. Y es un momento especial para hacer peticiones o para agradecer lo que tenemos, pues según esta celebración el Espíritu de la Navidad obsequia a esas personas que practican la tradición con amor, paz y buenas voluntades.