Nada bueno, la verdad. “En los adultos mayores, la piel se adelgaza y va perdiendo su capacidad de lubricación natural, ya que las glándulas sebáceas comienzan a desgastarse. Esto hace que se vuelva mucho más reseca y frágil, tanto a nivel superficial como profundo”, responde Héctor Fuenzalida, dermatólogo de IntegraMédica.
A medida que envejecemos, la piel “pierde grosor en todas las capas —la epidermis y la dermis—, y también se empieza a perder la grasa en ciertas zonas, como en los brazos, las pantorrillas y en el dorso de las manos”. Asimismo, la piel pierde fuerza, tensión, turgencia, elasticidad y, también, su capacidad de retener el agua. Por esa razón es que se deshidrata y reseca con mayor facilidad.
¿Algo más que agregar a esa lista de desgracias? En el caso de las mujeres, se agrega otro factor a todo esto: tras la menopausia, la producción de estrógenos disminuye notablemente, lo que merma la producción del colágeno, que de por sí vuelve la piel “mucho más blanda y débil”, dice Barría.
El Instituto Nacional del Envejecimiento de Estados Unidos (NIH, en su sigla en inglés), establece algunas razones posibles para que la piel se reseque con mayor facilidad durante la vejez:
· No beber mucho liquido
· Pasar mucho tiempo exponiéndose al sol o bronceándose
· Vivir en lugares con aire muy seco
· Fumar
· El estrés
· Perder las glándulas de sudor y aceite, lo cual es común con la edad
Ciertas prácticas comunes tienen, también, efectos y consecuencias comunes. En esa línea, los especialistas aportan algunas recomendaciones para que, desde la acción, se puedan evitar daños sobre la piel que expongan a las personas a otras circunstancias que afecten su bienestar.